Después de la muerte de Jesús, los apóstoles se sentían muy tristes y desanimados. Habían perdido la esperanza y la fuerza. No se sentían lo suficientemente fuertes como para llevar a cabo la misión que Jesús les había encargado. Sentían miedo.
Es en Pentecostés cuando, por la fuerza del Espíritu Santo, son capaces de cambiar la soledad por la compañía, el miedo por el valor, el desánimo por ánimo, la desesperanza por esperanza. Se llenaron de Espíritu. Llenos de entusiasmo y alegría comprendieron que Jesús no les había abandonado, le sentían cerca y fueron capaces de comenzar la misión que Él les encomendó.
Es en este momento cuando nace la Iglesia, el día de Pentecostés.